«La Humildad»

La humildad es una virtud que es todo lo contrario al idealismo y la fantasía, a la ilusión imaginativa de ser o tener, es vivir en la realidad que es la que nos puede permitir llegar a ver la verdad. Y sobre todo para saber dónde uno está y su posición ante la vida. Consiste ser humilde fundamentalmente en tener la conciencia de nuestros impedimentos sociales y nuestras incapacidades físicas y mentales, para afrontar los problemas de forma adecuada, para luego actuar de acuerdo con tales carencias. Como un respeto hacia los demás, es una actitud inteligente ante la vida. La humildad es el conocimiento de nosotros mismos en relación con el mundo que nos roda. Una persona humilde generalmente ha de ser sencilla en su forma de vivir, sin fingir ni aparentar lujos ni boatos, y debe vivir además siempre sin mayores pretensiones que el camino del conocimiento de la verdad, sin contradicciones entre su forma de actuar y sus pensamientos. Tiene que ser algiuen que no se crea superior y más que los demás por mucho que sepa. Por eso la humildad es todo lo contrario que la estupidez.

La mente humilde está siempre dispuesta a aprender algo nuevo, a reconcer que se ha equivocado si es imprescindible para mejorar, es alguien que no se enroca en sí mismo para hacerse valer y defenderse encastillándose en unas posiciones que no son razonables ni que están en concordancia con la verdad. Una persona humilde es siempre propensa y está abierta por naturaleza a escuchar y a aprender aunque vaya contra sus principios y tenga que reconocer que no ha hecho bien algo. En el caso opuesto al humilde está en el estúpido arrogante, que por no saber, no sabe de ningún asunto, y se cree capaz de discutir razonamientos sobre los cuales no sabe ni siquiera los principios más básicos en los que se fundamenta, creyéndose que está capacitado para juzgar y emitir juicios que se cree autorizado, y que en realidad no tiene ni la más remota idea de lo que está hablando. En esta carencia de reconocimiento de sus propias incapacidades y de sus conocimiento, el estúpido se construye una fantasía de ser más importante que los demás. En su quehacer el estúpido cae constantemente en la crítica destructiva de otros, y que sólo puede conducirle al territorio de los enfrentamientos, una actitud que no ayuda a nadie ni siquiera a sí mismo.

La persona humilde de verdad, está al acecho siempre de aprender de las experiencias propias y las ajenas, y tiene un comportamiento en el que todas las posibilidades están abiertas para aprender cada vez más. Con la modestia para conseguir que las ganas de expresar lo que se piense se modere para mantener las propias acciones dentro las limitaciones de cada uno. En su entendimiento más extenso, se considera que el camino de la sabiduría es ilimitado y no tiene fin, por lo que nunca se debe de tener la oportunidad de presumir de nada ante los demás, solamente cuando se va a escribir la verdad, aunque los demás lo puedan confundir con la vanidad y la arrogancia. La humildad está basada en la conciencia de nuestra imperfección, de nuestra falibilidad a la hora de cometer errores que nos permitan aprender de ellos, que es la base de nuestras posteriores crecimientos personales y mejoramientos ulteriores. Mientras que el estúpido fuertemente vanidoso pierde su tiempo criticando o intentando impresionar a los demás, el que es humilde sigue su camino sin desviarse independientemente de lo que piensen los demás de él, sin miedo a tener que recurrir a la ayuda o a la orientación de quienes están más avanzados en conocimiento y preparación. Ser humilde es ser valiente para que desde el arrojo y el coraje evitar que desaparezcan miedos inducidos por el sistema y por las normas sociales establecidas para enfrentarse con la sociedad si es preciso para que todo cambie para mejor.

¿De dónde viene esa excesiva estimación de la humildad que hay en este país en la que contrasta tanto con los países anglosajones que la consideran como una gran debilidad de gentes mediocres y vulgares? En un país como este, dominado tantos siglos de intolerancia y falta de respeto con el débil, gobernado por la inquisición en el que quemaban en la hoguera al que abría la boca para decir lo que fuera. O en el franquismo, en el que lema para medrar y triunfar, era no te muevas mucho que de lo contrario no sales en la foto, o no saques demasiado la cabeza por encima de la multitud que te la cortan en el acto y te creas multitud de enemigos por todos los sitios. La humildad se utiliza como una estrategia de supervivencia, ser reservado a la fuerza para poder sobrevivir en un mundo de falsedad y mentiras. Es una mentalidad de no reconocer ni decir nunca cuáles son tus bazas, ni tampoco exponer a quién conoces ni cuáles son tus contactos, y de esa forma escalar en la pirámide social sin que nadie sepa de dónde vienes ni adónde vas. Y en consecuencia esta forma de actuar hace que todos bajen la cabeza, y se minusvaloren y se hagan de menos ante los demás, por miedo a morirse de hambre, porque no les den nada, ya que en este sistema dependemos de lo que opinen los demás para poder sobrevivir y es ese prestigio lo que nos puede permitir llegar a conquistar la felicidad.

Aquí el que demuestra lo que vale si es un desgraciado que no tiene nada, le consideran un fantasma que quiere sobresalir y estar por encima de los demás, y se las está dando de algo que no es, fanfarroneando. Por decir que eres un sabio irónicamente, ya no eres humilde jajaja.Y así únicamente se valora a aquellos que están en el puro anonimato y que no salen en los medios ni en los periódicos. Se les considera mentes y personas superiores. Como el gran empresario Amancio Ortega, el hombre más rico de España según la valoración bursátil de sus empresas y propietario de Inditex, la compañía textil española más internacional en permanente expasión mundial, que fue educado durante la anterior Dictadura en pasar desapercibido, por eso casi nadie sabe absolutamente nada de su vida privada, solamente sus más íntimos. O las mismísimas hermanas Koplovitz propietarias de grandes empresas contructoras y de servicios. Sus estrategias son justamente no darse a conocer porque no les hace falta, ya que lo tiene todo de cuna, y no necesitan ser reconocidas ni valoradas para cubrir sus necesidades afectivas y sexuales, y de poder porque ya lo poseen, que le permitan atraer a una compañía que les ame y evitar estar en la soledad. Es como si la humildad fuera exclusivamente de ricos, es muy fácil ser humilde así estando forrado hasta las cachas, y no hablar nunca de uno mismo ni de la vida privada. Una actitud de presumir en los pobres, es como si se viera de locos y de personas que quieren ser lo que no les corresponde por no ser reservados, al considerales arribistas. Si alguien destaca lo tiene que ocultar, porque si no se lo comen por los pies. Por eso nadie se atreve a decir que es el mejor en algo, ya que con seguridad van a por él y le machacan y le desprestigian y luego no le dan trabajo, ni nada. Uno puede decir que es muy bueno pero jamás decirlo en público, y debe expresar siempre que ha sido por suerte, por trabajo continuado o por accidente de la vida. Tener la seguridad suficiente para venderse a uno mismo con fuerza no significa ser un cantamañanas arrogante, ni tampoco exagerar la valía que uno posee. Mostrar lo que uno sabe hacer y pregonarlo sin menospreciar a nadie, es lo más honesto.

También es importante controlar el ego porque la soberbia nos puede cegar y no dejarnos ver cuál es nuestra posición en el mundo ni en relación con los demás. Pero el hombre que quiere tener éxito siempre debe contruir su propia autoestima sobre una base sólida de valor real, especialmente cuando no tiene nada y está a expensas de lo que les quieran dar y ofrecer los demás. Si ciframos nuestro valor e identidad propia en algo que las cirunstancias y el tiempo no nos pueda quitar jamás, que es nuestro mundo interior, accederemos a un estado de estimación incondicional e íntrinseco, por encima de épocas y resultados, que es un estado de ser esencial que se autojustifica a sí mismo. Pero sin embargo, si ciframos nuestro valor en lo que tenemos y somos, como aspectos materiales externos, de belleza, juventud y éxito económico, en lo que piensan los demás, sentiremos debilitarse nuestro ser y nuestro sentimiento de valía a medida que nos estropeemos, envejezcamos o fracasemos. El valor intrínseco de una persona depende de con quién se compare en esta sociedad, si a un hombre le meten entre un conjuto de personas mediocres destacará y parecerá alguien importante, el tuerto en el país de los ciegos, por muy malo que sea, y le hará subir su estimación como si fuera más de lo que realmente es. Pero si se le coloca en un mundo de personas muy buenas, con las mejores, entre genios, le hará empequeñecerse y parecer menos de lo que realmente es. El valor muchas veces depende de con quién te compares, no es subjectivo sino que está condicionado al entorno.

En algunos momentos pueden considerarnos genios y en otros unos inútiles. Porque en esta sociedad cuando alguien comienza a destacarse y sobresalir, surge siempre la envidia de los mediocres, cuya labor es dedicarse a cortar cabezas, para que no sobresalga nadie, es decir a uniformar la vulgaridad. No hay peor cosa para un mediocre, que una persona talentosa, porque los logros del otro le hacen ver su propia incompetencia y medianía intelectual. Pero cuando alguien logra destacarse por encima de la media, ya resulta inalcanzable, y la envidia y los mediocres no le hacen mella, está ya por encima porque su concepto de sí mismo no depende de lo que opinen otros sino que es algo consustancial con su ego. Es más, para el mediocre, cuando reconoce un genio, esa persona talentosa pasa a ser de un enemigo a muerte, a un referente en el que copiarse, el reconocimiento del estúpido es un proceso difícil y raro. El mediocre de alguna manera se asocia a su triunfo y quiere unirse a él, como mecanismo de defensa para no sentirse tan inferior. Otro tema relacionado con humildad y la soberbia del estúpido, es tener muy claro qué se entiende por éxito y por fracaso, depende según cómo sea la tabla de sus propios valores, es como será la persona… Y el éxito no es solamente lo económico, ni solamente lo espiritual, es una mezcla de todo. Tiene que haber un equilibrio imprescindible entre el ser, tener y hacer, para ser feliz. Lo que pasa es que en esta sociedad los valores están asociados más al HACER, a la conquista de retos, al logro visible del éxito que al SER, más que al fundamento de lo que se es y al contacto con la realidad íntima, más que a las actividades no visibles que sostienen el propio comportamiento.
He conocido personas, incluso en mi propia familia, que sólo se dedicaron a su profesión y lograron cierto éxito social basado únicamente en lo material y en tener más dinero que otros. Pero no fueron felices del todo, aunque lo aparentaron consumiendo mucho, y sus parejas muchas veces no les abandonaron porque no les interesaban dejarlos por la calidad de vida que tenían a su lado. No tuvieron muchos amigos, solamente selectos, y siempre pensaban que quienes se les acercaban era siempre por interés. No vivieron su vida, salvo para acaparar más poder y más dinero, que desde luego no se llevaron a la tumba. No hicieron nada por los demás más que por ellos mismos. En cambio, otros se dedicaron a ser nada más como yo mismo. Gente inteligentísima y muy sabia. Pero no tuvieron ni dónde caerse muertos, o escasos recursos que no les permitió retener a sus parejas, y les abandonaron, se vieron al final solos, y no tuvieron apenas amigos de los que fiarse… Y otros, se dedicaron a hacer en exclusiva y se olvidaron de todo lo demás. Hacer cosas por los demás, para su familia, para sus hijos, para la sociedad. Y se olvidaron también de ellos mismos. Y cuando se dieron cuenta, ya era tarde, y no fueron valorados y se vieron vilipendiados, como ha sido mi caso particular. Los valores del SER que son los que dan humildad, para mí se manifiestan más en la actividad creativa, es más valioso quien más crea y no el que más tiene. Es sentirse plenamente satisfecho, aunque ralenticen los reconocimientos y logros propios de la creatividad, es sentir que la riqueza de ser y las vivencias enriquecedoras son las principales virtudes. Que se manifiesta más en lo gratuito y espontaneo con todo aquello que posee su propósito, y no como un medio para obtener otra cosa, sino en la plenitud que atesora el presente. Los valores del HACER se manifiestan y proyectan en la actividad que se justifica en función del logro futuro como imagen pública.

Todos los extremos son malos, una verdad de perogrullo de las muchas que yo escribo, como dices tú Idoia. La modestia y humildad excesivas, en este mundo tan competitivo, no son una virtud, sino un terrible defecto. La falta absoluta de humildad y la arrogancia en su peor sentido, es también nefasta. Para ser alguien, primero hay que creérselo de que vales y luego encaminarte con empeño, a conseguir un objetivo. Entre los extremos de humildad excesiva y carencia de toda humildad, hay una gama infinita de actitudes y matices, de grises, nada es negro azabache ni blanco nuclear, que son las actitudes que se deben de tener en función del momento. No se puede ser siempre igual, hay que variar el comportamiento de acuerdo con las eventualidades. Cuando alguien a partir de su enorme talento, de sus capacidades innatas, de sus inteligencias variadas para diferentes cosas, se destaca sobre los demás en la vida social, en su profesión, en los negocios, puede tener un perfil bajo o alto de autoestima y valoración ajena, según su personalidad y dependiendo de las circunstancias. Lo que sí percibo, es que hay una gradación en la percepción que tiene el otro de la persona talentosa que suele ser variable también en función de su estado de ánimo. Lo que piensan otros de nosotros no es siempre lo mismo, a no ser que no hagamos nada para evitarlo.

Una persona desconocida necesita exhibirse lo suficiente para ser reconocido y que le den algo para que pueda vivir con dignidad en una sociedad tan exigente, en la que cada vez se necesita más para poder cubrir lo mínimo para poder llegar a ser feliz. Por eso la humildad es otra cosa distinta a no exhibir el conocimiento y la sabiduría que una persona posee, ni tampoco es estar callado continuamente dando una impresión de profundidad y conocimiento que no se tiene para darse importancia, sino en reconocer los propios descubrimientos ante los demás y actuar con la verdad sin artificios engañosos. Es abrirse de forma valiente y refrescante ante los desconocidos. Cuanto más humilde es alguien más lucha por la verdad y por transmitirla a los demás, no es un acto de soberbia ni tampoco para dejar a los demás mal, ni minusvalorando por su ignorancia a otros, sino es ofrecer conocimiento verdadero con amor. En general la gente no quiere descubrir las virtudes de los demás y darse cuenta lo buena que es una persona, les importa un pimiento todo eso, están tan ensimismados con sus propios problemas, que no quieren más que dinero que les permita cumplir sus propias expectativas. Y por lo tanto si esperas que los demás te descubran sin ofrecer lo que vales, te expones a que nadie te reconozca jamás y quedes en el mayor de los olvidos.

Solemes creer que si conseguimos todo lo que nuestra personalidad superficial requiere, nos sentiremos satisfechos y plenos, pero en realidad es un planteamiento completamente engañoso, porque estas condiciones de súper satisfacción no se suelen dar casi nunca, y además ya habríamos perdido la capacidad descansar para disfrutar de lo conseguido en el momento presente y estaríamos en permanente deseo de nuevas metas para satisfacerlas en el futuro, y nos perjudicaríamos porque no poseeríamos un estado de serenidad y sosiego imprescindibles para estar bien, ya que estaríamos siempre anhelando lo inalcanzable, lo que nos condicionaría para conseguirlo.

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